sábado, 6 de septiembre de 2014


Hola occidentales!

Me dispongo a relataros las aventuras acontecidas desde el lunes que salí de casa hasta este momento. He tenido que reenviar desde uno de los mails que utilice para escribiros en otra ocasión porque meter vuestros correos a mano con la tablet suponía algo similar a la muerte a escobazos.

Después de pasar la noche en el archimega-carísimo aeropuerto de Zúrich durmiendo a duras penas, nos embarcamos en el avión que nos encerraría durante doce horas de vuelo. Doce horas durante las cuales no puedes estirar las piernas, se duerme todo el mundo menos tú, el de delante inclina su asiento hacia atrás hasta casi quedar vertical, el de al lado se duerme justo cuando empiezas a mearte, etc. Pero nos ocurrió algo...nos sentaron en primera clase!! Estábamos alucinados y no dábamos crédito, pero al mirar nuestro billete ponía business class...yo esperaba que de un momento a otro nos echasen de alli a patadas, no me atrevía a tocar nada, David en cambio probaba todas las posibilidades de su asiento y por el rabillo del ojo veía como se elevaba, se tumbaba, se inclinaba, se ondulaba (en serio, el asiento hacía todo eso). Cada vez que escuchaba a las azafatas hablar en un alemán airado, yo veía claramente como discutían sobre qué hacer con los dos vagabundos que se habían colado en primera clase...pero no. Allí nos quedamos apalancados durante todo el vuelo. Asiento con masaje reclinable hasta convertirse en cama, menú gourmet, degustaciones varias, azafatas sonrientes (las sonrisas acabarían pronto para nosotros), un aseo para nosotros con toallitas y crema hidratante (para el culete??) un kit de regalo con un cepillo de dientes que me vino de perlas, pues me había dejado el mío en mi ex-casa de alquiler...total, que nos sentimos las Koplovitz por 12 horas.

Cuando bajamos del avion a las seis de la mañana en China, el embrujo se rompió y volvimos a ser dos mortales mochileros desgreñados aptos para ser vapuleados por los chinos, madre mía! te acercabas a preguntar por un transporte para llegar a Beijing y parecía que les estabas haciendo la puñeta. Por fin una china malcarada nos escupió dos tarjetas de tren desde detrás de una ventanilla y nos encaminamos rumbo a la capital imperial.

De este tren enlazábamos con el metro, algo que nunca había utilizado en China, y quedé totalmente perpleja al contemplar como una muchedumbre se agolpaba ante las puertas del metro, al llegar este, se podía observar por las ventanas cientos de chinos acoplados unos a otros a modo tetris, pero a modo tetris ordenado no, a modo tetris cuando te cabreas y bajas las fichas a toda velocidad para que se acabe el juego y empezar de nuevo. Al abrirse las puertas, una ráfaga de chinos sale despedida del interior mientras otra, que nos transporta a nosotros, se mete dentro. Durante los segundos que dura el intercambio humano se escuchan todo tipo de gritos e improperios (imagino yo: chuaaaa xi shiii ouuu ying jaaa ) pero cuando estas vuelven a cerrarse, el silencio impera, mientras aspiras los agradables aromas de los cogotes y sobacos que quedan a la altura de tus fosas nasales.

Llegar hasta el hostal es otra odisea, pero en lugar de cíclopes y sirenas hay....chinos, cientos, miles! y más si tu hostal esta pegadito a la plaza de Tiananmen. En una oficina de información preguntamos por la calle del hostal, y a modo de respuesta salió un mapa de Pekín disparado por la ventanilla...no hubo más. Pero la encontramos!!

Qué puedo deciros de Pekín, es una ciudad que me encantó hace años, cuando iba en un viaje organizado, no tenía que orientarme ni preguntar nada a chinos que me detestan ni hacer colas porque estaba todo pagado. Lo que más me ha sorprendido es que la policía tiene la licencia de cerrarte una calle en el momento menos esperado, ya no pasa nadie más!! y te ponen una valla de por medio, mientras una cola eterna se agolpa ante ella esperando a que vuelvan a abrir el paso, supongo que para controlar la cantidad de gente que accede a la zona de Tiananmen, donde están también el mausoleo de Mao y la Ciudad Prohibida.  Cada vez que accedes al metro tienes que hacer una cola para pasar por un control de seguridad con detector de metales y cacharros de esos por donde pasas tu bolso para que le miren las entrañas.

Otra cosa que me llama la atención, es que cuando le preguntas a un Chino por dónde está un sitio, te dice dónde estás tú. El otro día en la estación de tren le preguntamos por señas, muy bien interpretadas según nuestro criterio, a una guarda de seguridad si la calle que se encontraba a la salida era la que le señalábamos con el dedo en el mapa, la chica puso cara de rábano pocho, se puso a mirar la totalidad del mapa (y mi dedo?) y segundos después señaló la estación y dijo: TRAIN STATION!!!   toma ya! gracias! no lo sabía! en fin...xie xie.

Actualmente me encuentro en Shanghai, tengo mis historietas para contar de aquí pero el mail comienza a alargarse. La ventaja de que al final esto no es un blog y siguen siendo los emails informales de siempre, es que sigo pasando de repasar la ortografía, acentos y demás :-)

Os envío miles de besos con esencia de tofu y soja!!! a todos!!! muaaaaaaaaaaa muaaaaaaaaaaaaa mua mua muaaaaaaaaaaaaaa

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